Me agrada mucho el tema que escribes, ya visité el blog y efectivamente comprobé que si bien la problemática es muy particular, en tanto que es local, en un lugar único e irrepetible en el mundo, también ofrece semejanzas de una realidad global que se manifiesta aquí y allá.
Todo por un orden económico que es injusto, provoca diferencias y hace que la gente busque desesperadamente un modo de vivir, pero este modo de vivir se orienta por los espejismos de una sociedad de consumo donde se confunde qué es lo indispensable y qué otro es alimento de la autoestima o aquello que nos vuelve seguros o al menos apacigua la ansiedad, aunque sea efimeramente. Objetos de vidrio que brillan pero no nutren más allá de una fugás ensoñación o alegría. Hemos sido educados para consumir y para vender nuestra capacidad de trabajo al precio que se nos impone, no somos libres.
La frontera que no fue, puede ser el nombre de esa idea que alcanzo a captar en tu escrito y lo que vi más delante. Un límite que no limita, un fin y un comienzo de algo que no es perceptible a primera vista. Un pedazo de tierra de nadie, que no pertenece exclusivamente a los de aquí, que no es tampoco de los de allá y por eso no hay quien se ocupe de atenderle y cuidarle.
Eso existe también en el corazón o en los bordes de las metrópolis, donde el orden de gobierno impone zonas limítrofes, de lo municipal a lo estatal o federal, pero también hay fronteras culturales que los habitantes marcan con sus propias prácticas sociales y culturales: allá los ricos, aquí los pobres, los de piel oscura, los trabajadores, etc. Fronteras que inventa o recrea un imaginario colectivo y perduran tal vez durante siglos.
Entre países podemos hablar de unas fronteras más asimétricas que otras, en tanto una potencia económica puede estar junto a un país donde la mayoría subsisten en forma precaria. Un gigante junto a un ser de estatura regular o menuda. Pienso también en las fronteras que ni se ven ni se sienten porque los que habitan a un lado y otro son semejantes y si no son tan semejantes en el habla, la cultura, etc., al menos se han acostumbrado a la presencia mutua.
Intercambian en forma cotidiana, símbolos, mercancías, modos de vida o costumbres, es decir, hábitos culturales que se revuelven hasta formar otro rostro híbrido, el rasgo o halo fronterizo que se manifiesta en el modo de hablar o la manera de ser de la gente.
Ser de aquí o de allá da lo mismo, en tanto los países no se separen por alguna eventualidad que puede ser desde un conflicto, hasta una amenaza sanitaria que pudiera afectar a alguna de las partes vivientes, trátense de personas, plantas o animales.
Las fronteras son desde que los habitantes humanos del planeta se hicieron tribus o clanes que marcaron el territorio, siguiendo una línea de la conducta animal: las manadas que se apropiaron y defendieron zonas.
Las culturas igualmente han sobrevivido separadas por accidentes geográficos, desde ríos hasta cadenas montañosas, lagos, praderas, desiertos, etc. Estos son los orígenes de las nacionalidades que hoy vuelven a separase por esa raiz natural, ya no tanto por las líneas imaginarias que finalmente nunca fueron del todo separadoras o totalmente respetadas por los de una parte u otra, al contrario, sirvieron y todavía son usadas para el encarecimiento de productos, con lo cual se vitalizan las formas de generar dinero. El paso a través de una línea imaginaria, puede significar un aumento notable en el valor de algo.
Por tanto la significancia de la frontera descanza sobre una base económica, más allá de todo propósito territorialista o nacionalista. "Ya no existen fronteras naturales ni lugares evidentes que uno debe ocupar.
Donde quiera que nos encontremos en un momemto dado, no es posible ignorar que podríamos estar en otra parte, de manera que hay cada vez menos razones para hallarnos en un lugar en particular (y de ahí a veces sentimos el ansia abrumadora de encontrar -de inventar- esa razón). El dicho ingenioso de Pascal se ha transformado en una profesía hecha realidad: vivimos en un círculo extraño cuyo centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna (quien sabe si no sucederá al revés)" (Bauman, 2004, p.103-104).
A menos que se trate de murallas como en la antiguedad: la Muralla China o la muralla que hace dos mil años construyeron los británicos para separarse del mundo romano, así como el muro de Berlín en la época moderna o también la que construye actualmente EU, para "separarse" de México. Estas murallas tuvieron y tienen el propósito de salvaguardar valores culturales o la integridad de las naciones ante posibles invasores, sin embargo, también señalan que hay enemistad y por tanto quien ose traspasarlas deliberadamente será tratado como enemigo. Constituyen presencias de piedra o acero que marcan un fin y un principio territorial e imponen una fuerza simbólica.
Algo parecido a los altos muros que de pronto implanta un vecino, para aislarse de los demás y a la vez protejer su propio mundo. Bauman dice que: "A lo largo de los siglos, la separación espacial que conduce al confinamiento forzado ha sido una reacción visceral, casi instintiva, ante todas las diferencias, en particular aquella que no se podía o deseaba alojar en la red del trato social habitual". (Bauman, 2004, p. 139)
¿Qué sentido tienen entonces las fronteras cada día más invisibles o mutantes? ¿Hay fronteras para todos o solamente unos cuantos pueden franquearlas?
Bueno, es todo un tema y me agrada pensar y sobre todo tener la oportunidad de contribuir con tu trabajo.
Nos vemos.
Artigo de Mtro. Carlos Antonio Villa Guzmán
Profesor Investigador, Universidad de Guadalajara (México), Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH), Departamento de Estudios de la Comunicación Social
Ilustram o artigo, fotos de velhos marcos divisórios internacionais entre Brasil e Uruguai.
Foto do alto: Eduardo Amorim
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